jueves, 29 de marzo de 2012

Así que...


Tuve que ponerme a escribir, quería gritar pero no tenía a quien, solo contaba con una ventana con vista a una ciudad de noche, apagada y llorona, a unas luces agudas y una sirena constante, una noche de miedo sin brisa, con grilletes en vez de grillitos.

Así que tuve que ponerme a escribir, quería pelearme con mis amigos, desahogar mi instinto, quería ponerle colores y una manopla a mi indignación, pero no lograría tumbarle los dientes al agresor inalcanzable.

Así que tuve que ponerme a escribir y sentirme el Hemingway de papel cartón que nunca he sido. Tuve que tomarme una cerveza imaginaria y de las más frías para conseguir inspiración y calma, calma e inspiración, inspirar desde el alma. Nada servía.

Así que tuve que ponerme a escribir, para mi hijo que no ha nacido, y que en este momento no se si quiero que algún día venga a un mundo a que gatee entre vidrios rotos. Les escribiría a mis sobrinos que son toda mi esperanza y les diría que huyeran a las grapas de un libro. Pero extrañarlos me mataría.

Así que tuve que ponerme a escribir, tratar de llegarles a mis colegas y amigos de los medios pasarles una antorcha de verdad y orgullo herido. Nalguear a los dormidos para que espabilaran a la realidad (hoy me rima con calamidad) voltear la tortilla corporativa y poner a los poderosos a quemar sus culos en la sartén que quema el mío.

Así que tuve que ponerme a escribir, pero las manos me temblaban y el fuego se me salía por los dedos, para decirles a todos que si seguimos en este plan tendremos que ponerle vaselina a nuestros sueños y metérnoslo por donde mejor nos quepa.

Así que tuve que ponerme a escribir mientras veía por la ventana a esta ciudad con cara de ruleta rusa. Confusa. Obtusa.

sábado, 27 de diciembre de 2008

El Ego Nunca Muere

Todo el mundo tiene sus episodios... breves o perennes episodios... vidas enteras... la misma vaina.

¿Mi caso?... ser ególatra... pensar en mi como el adán y el que apaga la luz a la humanidad... un sistema solar donde yo soy el sol mismo... Ra.

Así soy yo... y así lo seré, presumo en esta nueva existencia eterna de muerto, porque entre tanta nieve, blanca, cálida... (Nunca antes la había visto), verme caminando descalzo, o más bien, verme de pie en una plataforma etérea. Arrastrada por caballos, alados equinos helados desbocados con una parsimonia graciosa, una fe ciega con gríngolas invisibles que solo les dejan ver un punto frío blanco más blanco que nada... que todo.

Definitivamente ahí se acababa todo, la tierra, mi tierra, mi mundo se había salido de su órbita y nos alejábamos más y más del sol, (es extraño alejarse de uno mismo, de su grandísimo y pendejo ego). La noche, sin luna... me desvío.

¿Quién no fantaseó alguna vez con su propia muerte?... solo por el puro y retorcido, acaso morboso, placer de descubrir qué tanto impacto tuvo su vida en la gente que le rodeó, "¿cuánta gente iría a mi funeral?" "¿Cuantos me llorarían?" "¿Cuántos me recordarían en noches de tragos, llegaría acaso a ser un gran mártir, un beato de la noche?"... todos lo vivimos, quien no lo haya hecho o no vivió nunca o no murió.

El hecho es que yo sí, lo llevé mas allá, una buena noche de esas eternas y cargadas de fantasmas remojados en bolsitas de té; Pensé que era el momento de apagar mi vida. Mi tragicomedia terminaba.

Y listo, lo siguiente, el nacimiento a mi existencia de muerto, recuerdo despertar helado y rígido, tan rígido que se hubiera podido tallar sobre mí la lápida de mármol debajo de la cual mi cuerpo descansaría, debo confesar que ese momento da miedo del de verdad. Pánico, pero hallé consuelo porque un piadoso (mal pagado de seguro) cuidaba de mi cuerpo.

Una pequeña y picara sonrisa de Gioconda se dibujada en mi rostro acabado y plácido. Fue entonces cuando me percaté de lo bien que me veía. Por primera vez en años, yo parecía alguien decente, respetable, señorial.

Mis cabellos propiamente peinados con gomina, mis pómulos se robustecían con bolas de algodón (que fácil es esconder el hambre a veces), la palidez se disimulaba con el atardecer del colorete... quien lo diría metrosexual al final... (o al principio). Un traje prestado y una corbata fina me dotaban de un porte señorial, el bello durmiente me titulé a mi mismo. ¡Oh que cadáver tan hermoso!. Mientras mis recuerdos se desintegraban en las memorias de los pocos (muy pocos) que me fueron a visitar y mi cuerpo era depositado en su nueva casa subterránea... Pensé: esta nueva vida no puede estar tan mal, qué importa si mi sueño de un funeral masivo, de llantos desgarradores, de duelo de años enteros no ocurría... que importa si llevé mi vida de bon vivant de pacotilla para, al final no lograr levantar las miradas de quienes me interesaban. Esta nueva vida no puede estar tan mal, morí joven, ergo, todavía tengo belleza... ¡y tengo un traje nuevo!...

martes, 13 de mayo de 2008

Mi Último Ascensor


Piso 8, 6, 4, 2… PB…

Se detiene el ascensor, dejo de verme en el espejo, luego de hacer un intento fallido por parecer una persona arreglada, me aplasto el pelo con saliva (esta vez mía) mi cara y mi peinado me delatan, corbata doblada, culpable… tengo esa imborrable expresión del "sexo recién salido del horno". Empiezo a ver como se abren las puertas del ascensor… ¿Vestíbulo? No, en cambio veo ante mi, apuntando con un pequeño temblequeo, el cañón de una pistola, ¿de qué tipo, marca o calibre? ¿Veretta, Smith & Weson? Alguien como yo no está pendiente de esas nimiedades, y menos cuando va a morir, ¿Qué se yo?

Destello cegador, quizás fue el flash de la pólvora detonada o quizás es sencillamente la bala entrando en mi cabeza y acabando con mi visión, acabando conmigo. De resto, nada… no es blanco, no es negro… no es nada. Ya pasó, ya morí, ni me enteré, no hubo túnel, ni luz al final del camino, no logré ver mi vida ante mis ojos como una película de lo más Hollywood, no pude cagarme encima del miedo, nada.

Escena grotesca, no sabía de mis talentos contorsionistas, mi cuerpo yace en el suelo semejante a una pelea de gatos, la sangre escandalosa y exagerada barnizando todo el ascensor... Lamentable. No tiene sentido que les cuente que pasa a partir de acá, porque aquí mi historia acaba, mejor resulta contar que pasó antes de montarme en el ascensor… así que rebobino.

Piso 2

Mi cabeza recostada al lado de los botones, exhausto miro el techo del ascensor, falta un bombillo, iluminación perfecta, volteo al espejo a ver mi cara de gloria… ¡Mierda! ¡Pero que pinta de loco! ¡Rápido… a peinarse con la lambida de vaca! Lengua, mano, cabello aplastado. No hay nada que hacer, la rebeldía del recién levantado se apoderó de mis pelos. Camisa por dentro, que risa me da (Insisto, ¡que divino se mueve esa mujer!)... PB dejo de verme en el espejo y empiezo a ver como se abren las puertas del ascensor ¿Vestíbulo? No… pistola apuntándome entre las cejas...

Piso 4

Mis manos todavía huelen a ella, aspiro y vuelvo a aspirar, no quiero exhalar ese aire perfumado… me duele todo el cuerpo ¡que revolcada!. Valió la pena tanta espera, yo sabía que el día que consumáramos, el hambre nos iba a ganar. A pesar de haber preparado todo mi mejor repertorio de caricias, lamidas y posiciones para volverla loca… simplemente nos ganaron las ganas, nos vencieron los animales enjaulados cautivos en nuestras esencias. Pelea furibunda, me tiemblan las piernas. Vuelvo a inhalar las palmas de mis manos. Repito, ¡Que divino se mueve esa mujer!, recuesto la cabeza en una de las paredes del ascensor, y cierro los ojos para recordar sus posturas, su cabello bailando mojado en su cara, sus orgasmos, toda ella. - Piso 2 -…

Piso 6

Cartera, celular, llaves del carro, y su ropita interior que me la traje como un souvenir… primera vez que hago algo semejante ¡Robarle una prenda a alguien, que clase de pervertido!, pero es que semejante polvazo merecía un recuerdito. Perfecto, no se me quedó nada, hago una pequeña mueca, casi una sonrisa. (que idiota me pongo). De entre tantos “nunca había sentido algo así” este es definitivamente el mejor el más grande, no puedo ser tan criminalmente tarado como para caer por una mujer así… aunque si confieso, me estoy enamorando de ella, no hay nada que hacer, ya tiene dueño, y vaya que mis manos están atadas. Mmmm… mis manos, huelen a ella… ¡Que divino se mueve esa mujer! - Piso 4 -… ah estoy completamente impregnado de ella…

Piso 8

Se abre la puerta del ascensor, volteo por última vez y la veo al final del pasillo, colgada de la puerta de entrada de su apartamento, desnuda, sonriente y completamente despeinada... ¡Eres un animal! Me grita... se relame, (porque sabe que me mata), y tranca la puerta lentamente. Mi mente divaga vuela hacia su puerta, vuelvo en mí. Mañana mismo la tengo que volver a ver. Debo entrar al ascensor, marco PB, se cierran las puertas. Estoy impresionado de mí, no siento la visita de la culpa (tan acostumbrado a esa señora) que se aloja en la boca del estómago, no hay voz de la conciencia que me mire por encima del hombro con una mirada asesina. Pero ¿cómo sentirme mal, si esto ha sido lo más correcto y perfecto que me ha pasado en la vida?, ¿cómo va a estar mal? Ya poco importa que sea la esposa de mi jefe, no me importa que mi jefe sea algo muy parecido a un buen amigo para mi… ella me vuelve loco, y yo a ella… coño ¿me habré dejado algo en su apartamento? No quiero dejar evidencias… - Piso 6 -

Su apartamento

- Es mejor que te vayas vistiendo porque mi esposo debe estar por venir
- ¡¿Cómo?! ¿No me dijiste que él llegaba tarde hoy?
- Sí, pero sabía que si te decía que solo teníamos unas cuantas horas para vernos, no te ibas a atrever… y francamente yo ya no aguantaba las ganas… pero bueno ya, ya… vístete y vete, de todos modos hablamos en la noche, ven que te acompaño hasta la puerta
- ¿Así? ¿Empelotada?
- Sí, a Roberto le encanta que lo espere desnuda…

Mientras camino por el pasillo del piso 8 hacia el ascensor pienso (que puta) si Roberto me encuentra saliendo de su edificio, me mata.

jueves, 27 de septiembre de 2007

La Femme Fatal

¿Quién es esta mujer que me tiene la vida de cabeza? Apenas la conozco, pero todas las noches se mete en mi cama, me hace y me deshace, y se duerme conmigo hasta la mañana siguiente. No deja que me levante ni a desayunar, la muy insaciable ¡Siempre quiere más de mí! Y este bendito orgullo de potro que me antecede y me fuerza siempre a complacer a cualquier fémina, se alía con ella para dejarme tirado en la cama… casi en coma. Después de interminables horas de delirio, largos ratos en los que la ilusión se confunde con la realidad, que sueño que estoy despierto y que despierto para seguir soñando. (Perdonen el cliché, les aseguro que es absolutamente necesario). Finalmente llega la calma, la tempestad ha pasado, ahora mi cuarto parece un barco que ha naufragado, semihundido a la deriva.

Aprovecho un momento de descuido de mi fatal amante. Mientras ella cambia los canales de la tele con la vista perdida en los píxeles de la pantalla, salto de la cama logrando esquivar sus garras, dulces uñas que me marcan la espalda, que comandan el vaivén de mi cadera en momentos de demencia corporal… que son otro instrumento más de mi triste perdición. Es tardísimo ya perdí toda la mañana. “La muy maldita siempre me seduce”, me digo mientras me asomo al espejo. Que débil soy ante ella, me detengo un instante ante mi reflejo y me percato de que solo queda un rastro del hombre que siempre soñé ser. Las marcas de las sabanas me desfiguran la cara como cicatrices que, aunque se que al rato no estarán, me queman como estigmas, como letras escarlatas. Estoy más flaco que nunca, aunque he gestado una panza de esas que solo pueden dar pena. Mi piel está decolorada por tantas horas sumergido entre sábanas y madrugadas. Ella siempre cierra las cortinas de mi ventana y apaga mi despertador mientras duermo. ¡La muy puta! Cuanto la odio, ya he perdido 4 trabajos por su culpa.

Entro en la ducha, agua fría para despertar al cuerpo y al alma. No me gusta para nada, pero es la única forma de borrarme el olor a ella, de desintoxicarme y comenzar de una vez el día descompuesto por mi tardío despertar. Pero no termino de mojarme la cabeza cuando ella entra en la ducha, siempre sedienta, con esa cara de ángel, con tantas ganas. No lo oculta me desea, me lo dice mientras me empuja contra la pared, pone sus manos en mis hombros y me obliga a sentarme en el piso frío, ahora quedo frente a frente con su sexo, el agua copiosa en mi cara dificulta la visión y la respiración, mi voluntad se ahoga conmigo. Ella se voltea dejando en evidencia su mejor arma, cuanta redondez cuanta firmeza. Abre el grifo que tiene la H de “Hot”, ella odia el agua fría tanto como yo, prefiere arder mientras se baña, sentirse arropada con los vapores. Sabe que con esto me tiene a su merced… mientras se contonea arqueando su espalda perfecta, hundiendo sus nalgas en mi cara… yo no hago más que repetir en mi mente… “¡La amo! Soy de ella, soy su esclavo... a mi diosa de la ducha y de sabanas laberínticas le doy mi vida”… éxtasis, placer, embriaguez, liberación y al final más cansancio…

Después de semejante experiencia no me queda más que ir a acostarme, no me quedan fuerzas. Mientras que voy cayendo dormido, semidesnudo, aún mojado, puedo ver como escribe en espejo del baño. “Vuelvo en la noche besos…”

La desidia es una mujer hermosa, es una puta de las caras… espero de corazón que si algún día la conocen… huyan de ella.

martes, 25 de septiembre de 2007

Verdad verdadera

Si no tienes nada inteligente o interesante que decir...
¡¡¡pues no digas nada!!!

lunes, 10 de septiembre de 2007

La Guerra de los Huecos

Esto comienza así: voy en mi carro, en una de tantas calles caraqueñas. Fuera de eternas horas pico. Un rally en momentos de poco tráfico esquivando carros, motos, transeúntes, objetos no identificados y los huecos que nunca pueden faltar. De hecho por ahí va la cosa... un hueco de estos tantos miles, es el que da inicio a mi historia, fantástica y casi irreal por aquello de los "momentos de poco tráfico" en esta ciudad multinombrada y caótica.

Faltan pocos minutos para llegar a mi edificio, acabo de dejar a la mujer más hermosa en su casa después de una increíble cena y un… aún más inolvidable postre (si entienden a que me refiero)… es cerca de media noche, y de repente, al dar vuelta en una esquina aparecen como una lluvia de asteroides cóncavos salidos de la vieja saga de Star Wars ante mi, un ataque de agujeros asesinos postrados en el pavimento, con sus fauces abiertas, hambrientas de goma de las llantas. Me espera mi fatal destino, es muy tarde para echar atrás y a decir verdad, ya por mucho tiempo he sido un cobarde. Fruncido el ceño, ojos entre cerrados (mirada de Clint Eastwood) ¡como les apetecen mis Good Year!

Rápidamente aprieto el acelerador, subo el volumen del radio reproductor, me ajusto el cinturón de seguridad, y como guerrero espartano, temerario y ávido de acción, voy al encuentro de los mencionados adversarios sinuosos. Pasan no más de dos cuadras para darme cuenta que estoy en infinita minoría ante semejante batallón. Mis maniobras con el timón… ¿dije timón? con el volante resultan insuficientes, mis reflejos… muy afinados a pesar de una noche relajada, de comida, vinos y sabanas enredadas, se ven mermados por las estrategias del enemigo, que ha situado a sus tropas en el campo de batalla de manera magistral. Nadie puede eludir semejante formación; la de los “guerreros huecos”. Apenas comienza la batalla y ya sufro mi primera baja. En un acto desesperado por evadir una alcantarilla sin tapa mi caucho derecho delantero cae sin más remedio en uno de los colosos, el impacto le duele tanto a él como a mi, siento que me vibra la cabeza, la mandíbula se me cierra de un trancazo y su dolor me duele a mi. Rápidamente bajo la velocidad y el volumen del equipo… para mi alivio, no siento ni el temblor en el volante que produce un soldado de hule caído, ni se oyen los terribles suspiros de un soldado cuando va exhalando sus últimos aires… solo su escudo se partió por la mitad y salió disparado. Alcanzo a ver la taza quebrantada rodando con un zarandeo propio de un borracho que va a parar irremediablemente en la acera. ¡Comandante, tenemos que tomar acción evasiva!... Grita el General Prudencia. Tiene razón, si sigo así iré directo a la derrota, a la luz intermitente y al gato hidráulico.

Pronto surge un cruce a mano derecha (estamos salvados), entro en una calle que para más alivio es más amplia e iluminada, la sensación de victoria honrosa me embarga. Ya ante mí solo quedan unos cuantos enemigos rezagados, y para su desgracia, no solo están iluminados por los faros de este nuevo campo de batalla, sino que también, las misteriosas criaturas sin rostro de la Alcaldía, unos seres que no se sabe si son ayuda o desgracia los han detectado, colocándolos en un círculo amarillo de pintura e identificándolos con un número (P.5) que no significa otra cosa que su sentencia de muerte… Pronto serán exterminados, sellados, tapiados por el asfalto.

No obstante, si este fuera el fin de mi historia, simplemente no sería digna de ser contada, aquí es donde la trama da un vuelco inesperado, y no precisamente por la irrupción de otro batallón impensado, o la ya trillada comparación de David y Goliat, al insertar al relato un Leviatán con estómago sin fondo de dimensiones mitológicas dispuesto a devorar al Caballo de Troya con todo mi régimen incluido… ¡No! Eso tampoco sería digno de narrar.

Mi historia se torna interesante a continuación cuando, embriagado de triunfo, relajo mis sentidos y sigo avanzando a mi casa como el rey que vuelve a su feudo después de las cruzadas. Me distraigo un momento y dirijo mi atención a uno de estos agujeros enjaulados, cercado por el círculo amarillo. Noto que se acerca a mi solo porque yo avanzo a él, casi inofensivo por el hecho de ser identificado y etiquetado con colores brillantes, observo que a sus dos costados hay dos franjas que parten desde el círculo amarillo que lo rodea. No es más que el efecto que hicieron los cauchos de otros conductores, que al pasar por la raya amarilla con pintura aún fresca arrastraron unos cuantos metros el tinte. Pero lo que me llama la atención es que las dos franjas se unen en un punto, me detengo, y en ese momento ¡me llega! Mi revelación… a pesar de que yo nunca haya creído en iluminaciones celestiales, epifanías, momentos de divinos mensajes, contundentes verdades que se revelan por medio de señales… ¡bah!

Pero ahí estaba, la unión de esos dos vectores amarillos que partían de ambos lados del agujero abatido y creaban una flecha, un camino a seguir, un punto de partida que me indicaba que dirección tomar para continuar mi lucha, lo sabía, mi destino era combatir a las oscuras fuerzas de erosión que producen al temible hueco de la calle. Saldría de caracas, atravesaría montañas, mares, pisaría nuevos continentes, me llenaría de gloria al enfrentar a cuanto desconocido agujero hambriento osara toparse con mi leyenda. Me olvidaría de mi gente, de mi bella, de mi castillo, de mi Caballo de Troya, pasaría por fin a la inmortalidad, años de travesía, aventuras incontables, las canciones y poemas con mi nombre, rivales legendarios, las mujeres, las riquezas, el vino!... ¡la eternidad!...

Blip… … Blip… … Blip… … Blip… … Blip… …

Siempre dije que mi imaginación me iba a terminar matando, nunca más vuelvo a soñar despierto, ¡lo juro!

Cuando desperté el doctor de la sala de emergencias me contó que la señora que me atropelló no pudo reaccionar a tiempo; que al cruzar por la calle que la lleva a su casa vio a una persona parada hablándole a un hueco, con la mirada perdida y sonriendo como loco, con su carro estacionado en medio de la calle en dirección contraria. No pudo frenar a tiempo y las piernas quedaron emparedadas entre las trompas de ambos carros.

Pasarán 3 meses hasta que vuelva a caminar, pero lo juro, no vuelvo a soñar despierto mientras manejo.