sábado, 27 de diciembre de 2008

El Ego Nunca Muere

Todo el mundo tiene sus episodios... breves o perennes episodios... vidas enteras... la misma vaina.

¿Mi caso?... ser ególatra... pensar en mi como el adán y el que apaga la luz a la humanidad... un sistema solar donde yo soy el sol mismo... Ra.

Así soy yo... y así lo seré, presumo en esta nueva existencia eterna de muerto, porque entre tanta nieve, blanca, cálida... (Nunca antes la había visto), verme caminando descalzo, o más bien, verme de pie en una plataforma etérea. Arrastrada por caballos, alados equinos helados desbocados con una parsimonia graciosa, una fe ciega con gríngolas invisibles que solo les dejan ver un punto frío blanco más blanco que nada... que todo.

Definitivamente ahí se acababa todo, la tierra, mi tierra, mi mundo se había salido de su órbita y nos alejábamos más y más del sol, (es extraño alejarse de uno mismo, de su grandísimo y pendejo ego). La noche, sin luna... me desvío.

¿Quién no fantaseó alguna vez con su propia muerte?... solo por el puro y retorcido, acaso morboso, placer de descubrir qué tanto impacto tuvo su vida en la gente que le rodeó, "¿cuánta gente iría a mi funeral?" "¿Cuantos me llorarían?" "¿Cuántos me recordarían en noches de tragos, llegaría acaso a ser un gran mártir, un beato de la noche?"... todos lo vivimos, quien no lo haya hecho o no vivió nunca o no murió.

El hecho es que yo sí, lo llevé mas allá, una buena noche de esas eternas y cargadas de fantasmas remojados en bolsitas de té; Pensé que era el momento de apagar mi vida. Mi tragicomedia terminaba.

Y listo, lo siguiente, el nacimiento a mi existencia de muerto, recuerdo despertar helado y rígido, tan rígido que se hubiera podido tallar sobre mí la lápida de mármol debajo de la cual mi cuerpo descansaría, debo confesar que ese momento da miedo del de verdad. Pánico, pero hallé consuelo porque un piadoso (mal pagado de seguro) cuidaba de mi cuerpo.

Una pequeña y picara sonrisa de Gioconda se dibujada en mi rostro acabado y plácido. Fue entonces cuando me percaté de lo bien que me veía. Por primera vez en años, yo parecía alguien decente, respetable, señorial.

Mis cabellos propiamente peinados con gomina, mis pómulos se robustecían con bolas de algodón (que fácil es esconder el hambre a veces), la palidez se disimulaba con el atardecer del colorete... quien lo diría metrosexual al final... (o al principio). Un traje prestado y una corbata fina me dotaban de un porte señorial, el bello durmiente me titulé a mi mismo. ¡Oh que cadáver tan hermoso!. Mientras mis recuerdos se desintegraban en las memorias de los pocos (muy pocos) que me fueron a visitar y mi cuerpo era depositado en su nueva casa subterránea... Pensé: esta nueva vida no puede estar tan mal, qué importa si mi sueño de un funeral masivo, de llantos desgarradores, de duelo de años enteros no ocurría... que importa si llevé mi vida de bon vivant de pacotilla para, al final no lograr levantar las miradas de quienes me interesaban. Esta nueva vida no puede estar tan mal, morí joven, ergo, todavía tengo belleza... ¡y tengo un traje nuevo!...

martes, 13 de mayo de 2008

Mi Último Ascensor


Piso 8, 6, 4, 2… PB…

Se detiene el ascensor, dejo de verme en el espejo, luego de hacer un intento fallido por parecer una persona arreglada, me aplasto el pelo con saliva (esta vez mía) mi cara y mi peinado me delatan, corbata doblada, culpable… tengo esa imborrable expresión del "sexo recién salido del horno". Empiezo a ver como se abren las puertas del ascensor… ¿Vestíbulo? No, en cambio veo ante mi, apuntando con un pequeño temblequeo, el cañón de una pistola, ¿de qué tipo, marca o calibre? ¿Veretta, Smith & Weson? Alguien como yo no está pendiente de esas nimiedades, y menos cuando va a morir, ¿Qué se yo?

Destello cegador, quizás fue el flash de la pólvora detonada o quizás es sencillamente la bala entrando en mi cabeza y acabando con mi visión, acabando conmigo. De resto, nada… no es blanco, no es negro… no es nada. Ya pasó, ya morí, ni me enteré, no hubo túnel, ni luz al final del camino, no logré ver mi vida ante mis ojos como una película de lo más Hollywood, no pude cagarme encima del miedo, nada.

Escena grotesca, no sabía de mis talentos contorsionistas, mi cuerpo yace en el suelo semejante a una pelea de gatos, la sangre escandalosa y exagerada barnizando todo el ascensor... Lamentable. No tiene sentido que les cuente que pasa a partir de acá, porque aquí mi historia acaba, mejor resulta contar que pasó antes de montarme en el ascensor… así que rebobino.

Piso 2

Mi cabeza recostada al lado de los botones, exhausto miro el techo del ascensor, falta un bombillo, iluminación perfecta, volteo al espejo a ver mi cara de gloria… ¡Mierda! ¡Pero que pinta de loco! ¡Rápido… a peinarse con la lambida de vaca! Lengua, mano, cabello aplastado. No hay nada que hacer, la rebeldía del recién levantado se apoderó de mis pelos. Camisa por dentro, que risa me da (Insisto, ¡que divino se mueve esa mujer!)... PB dejo de verme en el espejo y empiezo a ver como se abren las puertas del ascensor ¿Vestíbulo? No… pistola apuntándome entre las cejas...

Piso 4

Mis manos todavía huelen a ella, aspiro y vuelvo a aspirar, no quiero exhalar ese aire perfumado… me duele todo el cuerpo ¡que revolcada!. Valió la pena tanta espera, yo sabía que el día que consumáramos, el hambre nos iba a ganar. A pesar de haber preparado todo mi mejor repertorio de caricias, lamidas y posiciones para volverla loca… simplemente nos ganaron las ganas, nos vencieron los animales enjaulados cautivos en nuestras esencias. Pelea furibunda, me tiemblan las piernas. Vuelvo a inhalar las palmas de mis manos. Repito, ¡Que divino se mueve esa mujer!, recuesto la cabeza en una de las paredes del ascensor, y cierro los ojos para recordar sus posturas, su cabello bailando mojado en su cara, sus orgasmos, toda ella. - Piso 2 -…

Piso 6

Cartera, celular, llaves del carro, y su ropita interior que me la traje como un souvenir… primera vez que hago algo semejante ¡Robarle una prenda a alguien, que clase de pervertido!, pero es que semejante polvazo merecía un recuerdito. Perfecto, no se me quedó nada, hago una pequeña mueca, casi una sonrisa. (que idiota me pongo). De entre tantos “nunca había sentido algo así” este es definitivamente el mejor el más grande, no puedo ser tan criminalmente tarado como para caer por una mujer así… aunque si confieso, me estoy enamorando de ella, no hay nada que hacer, ya tiene dueño, y vaya que mis manos están atadas. Mmmm… mis manos, huelen a ella… ¡Que divino se mueve esa mujer! - Piso 4 -… ah estoy completamente impregnado de ella…

Piso 8

Se abre la puerta del ascensor, volteo por última vez y la veo al final del pasillo, colgada de la puerta de entrada de su apartamento, desnuda, sonriente y completamente despeinada... ¡Eres un animal! Me grita... se relame, (porque sabe que me mata), y tranca la puerta lentamente. Mi mente divaga vuela hacia su puerta, vuelvo en mí. Mañana mismo la tengo que volver a ver. Debo entrar al ascensor, marco PB, se cierran las puertas. Estoy impresionado de mí, no siento la visita de la culpa (tan acostumbrado a esa señora) que se aloja en la boca del estómago, no hay voz de la conciencia que me mire por encima del hombro con una mirada asesina. Pero ¿cómo sentirme mal, si esto ha sido lo más correcto y perfecto que me ha pasado en la vida?, ¿cómo va a estar mal? Ya poco importa que sea la esposa de mi jefe, no me importa que mi jefe sea algo muy parecido a un buen amigo para mi… ella me vuelve loco, y yo a ella… coño ¿me habré dejado algo en su apartamento? No quiero dejar evidencias… - Piso 6 -

Su apartamento

- Es mejor que te vayas vistiendo porque mi esposo debe estar por venir
- ¡¿Cómo?! ¿No me dijiste que él llegaba tarde hoy?
- Sí, pero sabía que si te decía que solo teníamos unas cuantas horas para vernos, no te ibas a atrever… y francamente yo ya no aguantaba las ganas… pero bueno ya, ya… vístete y vete, de todos modos hablamos en la noche, ven que te acompaño hasta la puerta
- ¿Así? ¿Empelotada?
- Sí, a Roberto le encanta que lo espere desnuda…

Mientras camino por el pasillo del piso 8 hacia el ascensor pienso (que puta) si Roberto me encuentra saliendo de su edificio, me mata.